Pues lo he conseguido, he vuelto de Colonia de una pieza. Sobreviví al frío, al hielo en las calles y a la interminable cabalgata de carnaval, a los gritos de Alaaf! y Kamelle! y la a comida callejera. Sin embargo creo que no he vuelto muy cuerdo: empieza a gustarme el Deutsche Schlager y todo lo Kölsch (que es como lo Kitsch pero peor).
Da simmer dabei! Dat is prima! Viva Colonia!
Lo primero: la cabalgata de carnaval es simplemente interminable. No sé exactamente cuánto, a las cuatro horas de gritar Alaaf!(*) y Kamelle!(**) ya no podía más y me fui a por una Bratwurst. Todo empezaba a parecerme ya una versión en cabalgata de la música de Phillip Glass. Pero la gente Kölsch de verdad, que por supuesto iba disfrazada, sí que aguantó.
Típica empalizada de carnaval.
Lo segundo: a similitud de la Kengerzoch de la aldea del arce (i.e. Jülich), las cabalgatas lanzan miles de caramelos a las multitudes, pero a diferencia de la anterior, los que se amontonan para recoger los sagrados Kamelle no son niños sino jovenes borrachos que bailan con su botella de
kalimochen o como coño se diga en Kölsch (yo propongo Kamoochen).
Lo tercero: si no tienes lo que hay que tener, por más que grites Alaaf! y Kamelle! no te vas a llevar caramelos. O bien corres riesgos y te bajas a la barandilla:
Todo por los Kamelle.
O desarrollas herramientas de recolección de Kamelle:
Y bueno, por lo demás pues que muchas cabalgatas tenían un fuerte contenido político, como suele ser, pero en general bien presentado, con mensajes en ocasiones muy universales (y aplicables a cualquier país). Una pena que no pudiese pillar una buena foto de la cabalgata Kultur-Politik, porque era genial. En fin, fue un Rosenmontag bastante entretenido.
(*) Saludo carnavalesco.
(**) Invocación sagrada a los caramelos (para que caigan del cielo).
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