El verano pasado estuve en la Toscana, (qué bien queda uno diciendo eso), parando en casa de un amigo en Pisa (de la B.E.C.A. Becarios de Estancia dan Casa Association). Yo ya había estado en Italia antes, pero esta vez iba con una persona que, aunque no era nativa, ya llevaba varios meses allí, y como consecuencia, fuimos a varios sitios de buen comer.
Hasta aquí todo perfecto, pero cuál no sería mi sorpresa al descubrir esa regla no escrita que se podría anunciar así:
No comerás pizza en el almuerzo, que vendría a ser la tosca adaptación de la regla hispana
No comerás potaje de garbanzos en la cena. Pero claro, un buen cocido no es una vulgar pizza, aunque los italianos se emperren en lo contrario, (y eso que las pizzas allí son, encima, mucho más simples que aquí).
Pues bien, estando en Pisa comiendo Pizzas no iba a tardar en concebir
la Torre Inclinada de Pizzas. Esto es, como su propio nombre indica, una torre hecha de pizzas y, a ser posible, inclinada. Cada pizza de un sabor o todas de la misma variedad, al gusto. Y aunque lo más cómodo sería hacerla de pizzas medianas o pequeñas, se podría intentar con pizzas familiares para bodas, bautizos y comuniones.
Comuniqué mi nuevo invento a mi amigo, que enseguida me dijo que ni se me ocurriera decirlo por ahí que seguro que me mataban, porque para los italianos la pizza es la cúspide de su gastronomía (manda huevos) y no se puede alterar ni profanar. Pero le insistí y me prometió que se lo diría a unos compañeros becarios del departamento donde estaba, dejando claro que la idea no había sido suya.
Esa noche me dijo que sus amigos se habían sorprendido mucho con la idea, no les había parecido mal, no sabían cómo es que había tenido que venir uno de Graná a pensar eso, y que montara un restaurante que sirviera torres inclinadas de pizzas. Se llamaría
La Torre Pendente di Pizze.
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