Esta historia breve es sólo para recordarme a mi mismo que las navidades y el fin de año pueden disfrutarse mucho, si uno pone de su parte, y decide encontrarse con los amigos.
Cómo se ha vuelto una costumbre para mí en los tres últimos años, ya no celebro el fin de año con la familia, sino con mis amigos. Por celebrar quiero decir montarnos nosotros la cena, tomarnos las uvas juntos y al final vendimiar(*) hasta altas horas de la madrugada. La verdad es que consigues algo magnífico: darle un nuevo sentido a la celebración, volver a vivirla como algo maravilloso que esperas durante todo un año.
Y este año no ha sido menos. La comida fue abundante, como para almorzar y cenar al día siguiente, la bebida no mucho, pero como estaba rodeado de abstemios me puse las botas con el vino y el cava, y luego, nada, unas dos horas jugando al trivial, una hora haciendo el tonto, y luego a ver
Starchaser: the legend of Orin, una auténtica obra maestra de la cultura pop, por decirlo de alguna manera. A las siete de la mañana, lo típico, chocolate con churros.
Y bueno, esto fue lo que pasó por ese día. Pero las aventuras no cesaron ni el día uno ni el dos... quien nos diría que terminaríamos en Baza el uno, y trasteando con el ordenador hasta desear el suicidio el dos... pero eso es otra histeria.
(*) Vendimiar = ponernos a hablar sobre todo lo divino y lo humano en alguna habitación de la casa.
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