Esta es Deinococcus Radiodurans, nuestra simpática mascota. En caso de una guerra termonuclear total ella sería la única superviviente, y sería su triste cometido repoblar el planeta.
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I want to believe
Logo oficial de la plataforma "I want to believe", cuyo objetivo es ayudar a los becarios y estudiantes de doctorando dándoles apoyo moral de todo tipo. Sí, amigos, hay luz al final del tunel, y no siempre se trata del tren que viene a arrollarnos.
Acertijo Papelera
Él empezó negociando con los Pawnee, y su amigo tuvo una vez una flecha tres años clavada en la espalda, hasta que se la quitaron sin anestesia. Sin embargo, hacia 1843, juntos, y sin ellos saberlo, faltaría más, hicieron algo que ayudó a configurar el actual mapa de su joven país. ¿Qué fue lo que hicieron, y a qué favoreció? Pincha aquí.
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> No somos nada (al lado de los estromatolitos) <
Amigos, no somos nada. El hombre, señor de la tierra, no es capaz aún de emular la increible huella que un simple organismo unicelular, la cianobacteria, ha dejado.
Hace dos mil millones de años se produjo la mayor extinción en masa que probablemente jamás hubo: la aparición del oxigeno. Un ingente número de bacterias anaeróbicas desaparecieron, y un nuevo orden biológico se impuso. En realidad no es posible conocer el tamaño exacto de la extinción, pero seguramente fue mucho mayor que la extinción de finales del pérmico. Y todo por la explosión demográfica de los estromatolitos, unas agrupaciones de cianobacterias, que aunque aparecieron hace más de tres mil millones de años, no realizaron su increible ataque final a nuestra atmósfera hasta mil millones de años después. El legado que nos dejan son una atmósfera con un 20% de oxígeno (nuestra aportación de 100 partes por millón de dióxido de carbono parece una broma al lado de eso), y una extinción masiva que el hombre nunca podrá igualar, aparte de enormes restos geológicos.
Esto nos mueve a una profunda reflexión en papelera . ¿Alguien se acordará de nosotros dentro de dos mil millones de años? Mísera fortuna.