Emocionado por los elogios neoliberales de mis compañeros de redacción de dudosa ideología (léase dudosa=peligrosa izquierdista), me he puesto el disfraz de demócrata que es lo que hacemos los neoliberales españoles cuando salimos a la calle o cuando no estamos leyendo libertad digital, y me he dirigido raudo al corazón mismo del liberalismo: la calle Génova, para comprobar de qué forma se estaba viviendo en el epicentro del amor a España el aniversario de papelera. Como no se trataba de reparar en gastos, raudo cogí un taxi esta mañana en el triunfo para que me llevara a toda velocidad a Génova. "Vamos al centro", le dije al taxista a toda prisa víctima de mi vehemencia y emoción por llegar cuanto antes. "Al centro va a ir tu puta madre", respondió el taxista mientras en su vehículo sonaba de fondo la música de la Mañana de la COPE, y la atmósfera de aquel vehículo me transportaba a aquel entrañable periodo predemocrático de España. "No, no, al centro de España, al corazón de la patria", dije haciendo gala de mi mejor liberalismo. "Haberlo dicho antes", dijo esbozando su mejor sonrisa mientras sacaba un pañuelo blanco por la ventanilla y hacía sonar el claxon para que los demás vehículos nos dejaran pasar...

...pasadas las doce del mediodía y escoltados por una verdadera marea de policías nacionales (nacionales de la única e indivisible nación que existe) y de guardias civiles (que Dios los tenga en su gloria muchos años) que a lo largo de nuestro viaje se nos fueron uniendo con entusiasmo, llegamos a Madrid en medio de un ensordecedor ruido de sirenas oficiales.

Obviamente, ante el alboroto que organiza irrumpiendo en la Castellana una comitiva de 560 motos, 80 coches patrulla, y 30 furgones de atestados entre guardia civil y policía nacional (todos ellos con sus sirenas y luces encendidas)… y un taxi con un pañuelo blanco y tocando el claxon, las reacciones no se hicieron esperar. Multitudes enfervorizadas salían de sus casas y dejaban sus trabajos para asomarse y presenciar el monumental desfile. Algunos, incluso, con lágrimas en los ojos y pensando que en lugar de a Génova a cubrir el aniversario de papelera íbamos al Congreso de los Diputados, jaleaban: “sí, sí, sí… esta vez, sí”… mientras que otros, con la voz entrecortada por la emoción y con las venas del cuello en carne viva, gritaban ahogadamente “Franco, Franco, Franco” a la vez que colocaban su brazo derecho extendido en una postura que a mí me pareció que nos quería indicar la altura del maíz a estas alturas de temporada.
En la radio, y supongo que motivado todo ello por nuestra llegada a la capital del imperio, todas las emisoras habían sido obligadas a cesar en sus emisiones y a emitir música clásica a la espera de los boletines de noticias, para los que por supuesto tendrían que conectar con la cadena COPE a las horas en punto. El taxista, sobrepasado por la emoción, y en un arranque de generosidad me dijo con lágrimas en los ojos “maestro, esta carrera no se la cobro”. Y a la misma vez que enfilábamos la calle Génova, y con el tiempo justo para darme cuenta de que una inmensa grúa estaba empezando a cargar y a elevar un yugo con flechas gigantesco, abrí los ojos y me desperté...

Pensé, ¿y si...? Fui corriendo a mirar por la ventana y a poner las noticias, y comprobé que, afortunadamente, todo seguía igual... bueno, todo no: papelera acababa de cumplir un año.


ALFRED J. KWAK
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